Ley del odio y la demostración de que la política está en otro planeta

El intento de magnicidio que acaba de sufrir Argentina marca un antes y un después del que podemos salir mejores: más tolerantes, más empáticos, con sistema de seguridad más profesionalizado y con más unión política.

O peores: si se sigue debatiendo, poniendo en agenda y tratando la llamada «Ley del Odio«, iniciamos un sendero peligroso y sin retorno. Una ley que parte de una falacia: que Fernando Sabag Montiel haya apuntado un arma a Cristina Kirchner, que su novia Brenda Elizabeth Uliarte haya tenido una vida de marginalidad y oscuridad y que esta combinación haya acabado con un intento de magnicidio es culpa del periodismo.

Es culpa de los que escriben, de los que hablan, de los que informan. Desde ya esto es un disparate. Pero el disparate mayor es deslizar siquiera que puede haber una ley que regule las expresiones. Con una sequía galopante, con millones de argentinos que no llegan a la canasta básica, con miles de muertes por inseguridad, ponemos todos los recursos al servicio de una presunta ley que ya se probó en la ex Unión Soviética, en Cuba y en Venezuela.

Por: Carlos Iannizzotto
MendozaPost